LOLI RAMIREZ
“Quien anda en amor ni cansa, ni se cansa”, esta frase de San Juan de la Cruz inscrita en su sepultura, define la actitud de vida de Loli Ramírez. Nacida en Coín el 14 de junio de 1949, pasó toda su infancia en Melilla hasta la muerte de su padre cuando tenía solo trece años. Desde ese momento, su hermano mayor de dieciséis y ella, tuvieron que dejar de estudiar para colaborar con el cuidado de los dos hermanos pequeños y la economía del hogar. Buscando la ayuda y el amparo de la familia materna, regresaron a Coín, donde vivieron hasta que la familia consiguió un trabajo para su hermano mayor en Málaga. Loli tenía 17 años. Muy poco tiempo después de mudarse a Málaga, Loli conoció Mies, por aquel entonces “la Congre”, en la parroquia de la Amargura, y se enamoró perdidamente de su espiritualidad. Mies y su obra, fue junto con su familia, su gran pasión y devoción. Se casó en 1972 con Salvador Luna (Responsable General Laico de Mies desde 1979 a 1987), tuvo tres hijos, Rocío, Salvador y Pilar. Gran amante de la música, además de completar sus estudios ya de casada, estudió música y piano en el conservatorio de Málaga. Desde 1980 (su hija pequeña tenía dos años) se involucró en las confirmaciones de la parroquia de su barrio, Santa Ana, en la que estuvo implicada sucesivamente como catequista de confirmación, responsable del centro de jóvenes Mies y catequista de la comunidad Virgen de la Sonrisa, hasta el final de sus días. Pero su vitalidad y pasión por el Reino la empujaban más allá. Junto con el Padre Jose Antonio Romero, Mercedes Tous, Mª Carmen Gutiérrez, Paloma Nieto y Fernando Castro, fue la iniciadora de los campamentos Fimes (hoy día campamentos Mies). Desde 1980 hasta 1987, permaneció en los campamentos junto con sus tres hijos, y la colaboración durante el fin de semana de su marido, todos los veranos, desde el primer día que comenzaba el montaje hasta el último del desmontaje. Su servicio fue siempre la cocina y la administración de los campamentos. A partir de 1987, dejó de quedarse todo el mes, pero siempre que podía iba al menos un turno a la cocina de los campamentos. Además de lo anterior, fue responsable de los Aspirantes Mies desde 2010 hasta 2015, y responsable general de organización con Pepe Navarro como Responsable General Laico, los años 1994 a 1998. Sin embargo, si el Señor, como en María, hizo obras grandes en ella, no fue por todo lo anterior, que también, sino, sobre todo, por cómo convivió con su enfermedad durante más de la mitad de su vida. En 1990 le diagnosticaron un Linfoma no Hodgkin con un pronóstico de supervivencia del 30%, pero desde más de diez años antes, Loli ya había peregrinado por un sinfín de médicos y no tan médicos buscando la explicación de los síntomas que ya la venían aquejando. Desde entonces, además de reírse del pronóstico y luchar como una gladiadora contra la enfermedad, recibió varios tratamientos de quimioterapia y radioterapia (ella ya tenía calculada la media: uno cada 4-5 años), al mismo tiempo que seguía su vida como madre y como mies con total normalidad (bueno, si es que su ritmo podía considerarse normal…) Nunca se comportó como una enferma, e incluso en los peores momentos de la enfermedad, toda su preocupación era “no molestar a nadie”. Al final falleció de diversos síntomas provocados por una Myelodisplasia (especie de leucemia) que se cebó con un organismo ya muy debilitado y un espíritu que, después de 35 años, entendió que había llegado el momento de dejar de luchar. En el video que le grabaron en 2014 con motivo del 50 aniversario, se siente la pasión y devoción por Mies y por los jóvenes que mantuvo su corazón ardiente hasta el final. Sus grandes aliadas: la Virgen María y Santa Teresita del Niño Jesús, a las que rezaba sin cesar por todos sus hijos: los de sangre y los espirituales. La eucaristía frecuente, su devoción por los místicos, en especial San Juan de la Cruz y su Cantico Espiritual, y ya casi al final, los ejercicios de las Bienaventuranzas del jesuita Adolfo Chércoles, alimentaban e impulsaban un corazón inquieto en constante búsqueda por el Reino. Y todo ello desde la humildad, pues jamás buscó reconocimientos ni visibilidad, solo al Amado, ya que “en el ocaso de nuestra vida seremos juzgados en el Amor”.
Firma: Rocío Luna Ramírez