HOMILÍA EPIFANÍA-C (6 enero 2022) - Mt 2, 1-12
Hoy es el día de los Reyes Magos, ese día que nos remonta a la infancia y reaviva un sin
fin de recuerdos que nos permiten entender las emociones de los más pequeños de
ahora. Celebramos la Epifanía del Señor, su manifestación a todas las naciones. Porque
desde el comienzo de la Iglesia experimentaron cómo los judíos más cercanos no
aceptaban a Jesús como Mesías mientras que paganos lejanos se abrían a su persona y
al misterio que escondía. Dios se manifiesta a todo el que busca.
Para entender mejor el significado de lo que celebramos vamos a jugar con las palabras.
Como hemos dicho, “epifanía” es manifestación. Y nuestra mente puede pensar en algo
que no estaba y viene; en ese Dios lejano que se encarna para venir y quedarse con
nosotros manifestándonos así su gloria. Pero veamos la misma cuestión desde otra
perspectiva diferente. Imagínate que te presentan una caja envuelta que contiene un
regalo. El regalo no tiene que venir, pues ya se encuentra en el interior de la caja. Para
disfrutar de él sería necesario que el papel que lo envuelve y la caja en sí se hicieran tan
transparentes, tan diáfanos que nos permitieran descubrir lo que siempre ha estado ahí.
A esa “epifanía” pudiéramos llamarle “diafanía”. Llevada esta lógica a la fiesta que
celebramos podríamos decir que la manifestación del Dios, que está en todo, se haría
posible para aquellos que miran de tal forma que van más allá de las apariencias.
Muchos judíos y muchos paganos veían al mismo Jesús, pero no todos miraban de la
misma manera. Algunos sólo veían a un impostor con ínfulas de Mesías; otros veían al
Mesías encarnado en alguien que salió de Nazaret. Muchos pueden vivir un mismo
acontecimiento, pero no todos miran de forma tan contemplativa que, tras las apariencias
del envoltorio de la vida y sus situaciones, encuentren al Dios que se les manifiesta en las
formas de lo que acontece. Dios se hace diáfano a todo el que busca.
Los Magos de Oriente vienen en nuestra ayuda para que podamos entender qué es un
buscador/a. Ellos no salen de su tierra desde una convicción, sino movidos por una
intuición no siempre explicable, pero que los desinstala, los pone en camino decidiendo
arriesgarlo todo. Es un viaje que no tiene destino conocido ni ruta establecida, sino que
caminan guiados por una estrella intermitente. Esa estrella, que termina llevándolos a
buen puerto, no les ahorra paradas que son encrucijadas difíciles. Y, después de mucho
viajar, les muestra que aquello que los sacó de su tierra se manifestaba en la debilidad de
un niño y en el asombro de sus padres. Pero su reacción no fue de desencanto, sino de
adoración y ofrenda. Volvían a sus tierras satisfechos porque viendo a una criatura
indefensa miraron la fuente de la sabiduría.
Dios se manifiesta a aquellos que se pasan la vida buscando; a los que movidos por un
deseo profundo, y no siempre explicable, salen de la tierra segura de sus seguridades,
convicciones, religiones… Son los siempre buscadores de Dios que no siguen a cualquier
estrella sino a Jesús; que fijando los ojos en él van recorriendo el nunca acabado proceso
de tener sus mismos sentimientos. Que en ese peregrinar saben soportar las durezas de
la vida cristiana; se liberan de todo lo que les estorba para caminar; se mantienen en los
momentos en los que se sienten perdidos y frustrados; cuentan con las paradas más
comprometidas. Son esos hombres y mujeres fortalecidos por el camino, amantes de la
verdad, dispuestos a dejar cuanto fuera necesario pero con una mirada limpia que miran
donde otros solo ven; que descubren presencias donde otros se quedan en las
apariencias; que adoran en lo que otros despreciarían; que se ofrecen al que muchos
ignorarían