La corrección fraterna es una cuestión de amor y comunión que debe reinar en la comunidad cristiana, es un servicio mutuo que podemos y debemos darnos unos a otros. Corregir el hermano es un servicio, y es posible y eficaz sólo si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La misma sabiduría que me hace reconocer el fallo del otro, antes me recuerda que yo mismo he fallado y fallo muchas veces. Por eso, al comienzo de la Misa, todos somos invitados a reconocer que somos pecadores ante el Señor, expresando con palabras y gestos el sincero arrepentimiento del corazón.