HOMILÍA DOMINGO I ADVIENTO-C (28 noviembre 2021)
La 21, 25-36
Hay personas que en todo les gusta lo nuevo: probar nuevas comidas, ver
películas novedosas, leer libros de estilos diferentes. Pero también están los que
prefieren lo de siempre, los que dicen que más vale lo malo conocido que lo bueno por
conocer. Y si van a andar tienen su recorrido habitual al que le son fieles un día y otro.
Pero claro, si la misma vuelta la has realizado un año seguido con bastante frecuencia a
la décima vez que ves el mismo edificio lo mismo, por poco que te guste improvisar,
llegas a pensar que ya estás un poco cansado del mismo paisaje. Pues esto, que es un
ejemplo de muy andar por casa, puede ocurrir en la “Sagrada Liturgia”. ¿Cuánto tiempo
llevas en estas cosas de la fe y su celebración? Litúrgicamente pudiéramos ver los ciclos
litúrgicos como un dar vueltas un año y otro por el mismo recorrido. Y así decir: “¡otra vez
adviento!”, “otra vez cuaresma!”, a no ser que te ilusionen mucho las luces navideñas o la
cercanía de las procesiones. Pero esas vueltas pueden adquirir un sentido diferente si
nos fijamos en un sacacorchos. Este instrumento da vueltas, pero cada una de ellas gana
en profundidad haciendo un hoyo más hondo. Desde este punto de vista ya no sería otro
adviento más, sino un adviento diferente porque puede ser oportunidad de descubrir algo
nuevo.
Dicen que el adviento es tiempo de espera. Pero, precisamente, eso de la espera
no está de moda. Antes estábamos acostumbrados a esperar que una carta llegara
después de un mes de estar enviada. Ahora no soportamos que un whatsapp no sea
respondido diez segundos después de haber sido mandado. Antes había ideales que nos
permitían elegir que podría existir un mundo mejor, aunque tú no lo vieras. Quizás no
fueras creyente en el reino de los cielos, pero podrías creer como ateo marxista en la
eficacia de la lucha de clases. Ahora no creemos en nada que nos haga mirar el futuro
con esperanza. Hoy solo creemos en el presente, en lo que veo, disfruto o tengo.
Resulta curioso que el género con el que está escrito el evangelio de este domingo
nace en contextos de dificultad para alentar la esperanza. Emplea imágenes que cortan
el aliento. Pero el evangelista quiere sostener a los seguidores de Jesús que viven en la
dificultad. Les anima a permanecer, a aguantar, a recuperar y reavivar todo aquello que
dé sentido a lo que les provoca miedo, cansancio, dolor o sufrimiento. Y les dice que
pueden confiar en aquel que nunca falla; porque después de la tribulación llegará el
momento de la liberación, en el que podrán levantarse de su abatimiento y alzar la mirada
hacia el fiel que siempre cumple sus promesas. Pero les pide que no se “emboten”, que
se mantengan despiertos; que no pierdan la capacidad de esperar sin abandonar, sin
relajarse o sin entretenerse.
Otra vez adviento, otra vez las luces en la calle; pero no otra vez, sino con una
nueva profundidad se nos invita a cultivar nuestra disposición de esperar en Dios.
Cuando el terrible cotidiano te cubra con su ceniza mortecina, cuando las fuerzas del mal
y la injusticia sigan golpeando nuestro planeta, cuando la enfermedad no te abandone a ti
o a los tuyos sino que te limite o amenace seriamente, cuando tus proyectos de familia
se distancien de la realidad, cuando lo económico sea tu preocupación angustiante,
¡levantaos! Poneos en pie ante la tiranía del desánimo, no agachéis los ojos hasta lo más
oscuro de vuestros presagios. ¡Alzad la mirada se acerca vuestra liberación!