Voy a intentar descubrir a Dios en su vida desde que soy consciente. Nos separan seis años, (yo menor que él). Contaré los hechos, cada uno, al leerlos, descubra la trayectoria de la acción de Dios en su vida. Como síntesis , de lo que voy a contar, una vida de escucha, entrega y servicio. “La persona lo primero” (lema de su inquietud pastoral) Ansia de Santidad. La primera imagen que conservo de mi hermano es verle salir de casa, a las ocho de la mañana, para ir a ayudar a Misa de las Monjas Concepcionistas de clausura, con un frío tremendo, arropado con una bufanda. Era fiel a la cita. El capellán, D. Joaquín, le mostró lo que era vivir en pobreza, servicio y entrega a los demás. Fue su modelo. Me lo ha comentado en alguna ocasión. De esta época conservo el testimonio de una señora que vivía en una casa, a las afueras del pueblo, hoy diríamos que en una chabola. ¿Tú de quien eres?, me preguntó, le dije y respondió: “Ah!!!!!!!!! Hermana del monaguillo de las monjas, ese chico tiene algo especial”. Me ayuda a bajar la escalera de la salida de la Iglesia y me pregunta si quiero me acompañe a casa”. Ese “algo especial” ha resonado en mi mente de niña, durante mucho tiempo. Al poco tiempo ocurrió que al pasar por mi puerta, el coche de una señora, camino de La Parroquia, se quedó mirando y sonrió (cosa rara). Mi madre vio que al que sonreía era a él. Salió y le preguntó, a qué se debía esa confianza. Confesó que había ido a visitarla porque le quería decir que se quería ir al Seminario y sus padres no podían costearlo. La señora, ricachona, le descubrió que ya le estaba pagando a mi otro hermano. Mi madre le reprochó que llevaba los pantalones rotos y muy dejado. Le contestó: ”madre, para pedir no puedes disimular lo que eres”. Al poco tiempo aparece un notario y comenta que le gustaría que sus hijos costearan una beca para un sacerdote. Mi hermana se entera y allí se va. Se ponen al habla con mi hermano y se materializó el hecho como sus padrinos. Los comentarios que he tenido con compañeros de Seminario coinciden en un seminarista ejemplar. Todos admiraban su profundidad y exigencia espiritual; su responsabilidad y compromiso, su exigencia en el cumplimiento del deber, y de las normas. El lema que le motivaba era llegar a la Santidad. Su modelo, desde pequeño fue Santa Teresita. Cuando venía en verano me hablaba de ella. Con su primer dinero como profesor del seminario, me regaló el libro: ”Cuando las grandes Santas eran niñas”, después me dio a leer a Sor Isabel de la Trinidad. De Uclés pasó a Cuenca para estudiar la Teología en el seminario mayor. Me comentaba un compañero: “siempre dispuesto a salir a evangelizar". Un año por San José salieron a los pueblos cercanos a hablar del seminario. Les pilló una tormenta que le dejó como secuela una bronquitis crónica. Le condicionó toda su vida con continuas crisis asmáticas. Dios se valió para que fuera motivo de encontrarse con los Misioneros de la Esperanza (nada ocurre porque sí). Era admirado por su capacidad de unir, integrar y motivar a la alegría promoviendo grupo de teatro para celebrar días señalados. Entonces ni en Navidad venían a casa. Llegó su ordenación y su espíritu misionero crecía. Planteó, a mis padres el marcharse a Misiones. Mi padre, en particular, clamaba al cielo ante tal decisión. Me resuenan las palabras con las que cerró la discusión: “sepáis que ante que hijo soy Sacerdote”. Su destino no tardó y lo nombraron Padre Espiritual del Seminario Menor en Uclés. De allí pasó a Málaga aconsejado por los médicos. Me dijo: “qué duro es ser joven y aceptar que estás enfermo”. En Uclés lo pasó mal por varios motivos: sus crisis asmáticas le cambiaban el humor. Por otro lado era exigente con los alumnos, como él lo era consigo mismo. La respuesta e inquietud espiritual eran sus pautas para el seguimiento espiritual de los seminaristas. “muchos son los llamados y pocos los elegidos”, (añado yo). De esa época hay opiniones para todo. Se integró en los cursillos de Cristiandad. Allí lo admiraban por su profundidad y clarividencia de la vivencia de Dios. (me decían varios cursillistas). Las comunidades religiosas le llamaban para darles los retiros y dirección espiritual. Tenía fama su espiritualidad. Lo mejor de todo, era tremendamente humano. No soportaba que su actitud, o alguna expresión, pudiera dañar a alguien. Que pudieran necesitarlo y no detectarlo, le creaba un trauma . El servicio y el olvido de sí mismo, le definían como compromiso con Dios y con la Iglesia. Gran espíritu de obediencia a las normas eclesiales. Era realista pero sabía disculpar y comprender. Muy culto, sin presunción. La humildad, la acogida y el compartir lo que tenía, eran su lema dejando ver a Dios en toda su vida. Sufrió humillación, cuando no se valoraba su labor y realización de sus inquietudes pastorales (ocurre en las mejores familias). Se le puso alguna piedra en el camino. Alguna vez le he dicho que se aprovechaban de él. No le importaba si servía para que los otros se realizaran. “Si alguien me necesita, no puedo quedarme pensando si se aprovecha o me engaña, mi deber es acudir”. Vivía una vida Consagrada a la Vida interior. Era consciente de sus debilidades humanas y se trabajaba desde el esfuerzo y mortificación. “El fuego desprende luz y calor a todo el que se acerca.” Me comentaba en alguna conversación. “Dejarte prender por el Amor de Dios y contagiar a todo el que se acerca”. Vivía, en esfuerzo continuo, por dejarse llevar de la Voluntad de Dios. Me consta que su humildad, le hizo pasar malos momentos pero me dejó el mensaje que ante Dios nada pasa desapercibido y nada ocurre porque sí. “déjate llevar y olvídate, trabaja por ver a Dios en los acontecimientos de tu vida, Él espera para acompañarte ante cualquier decisión que tomes en su nombre, cuenta con él y trabaja la decisión”. Firma: Pepita Romero Almodóvar (hermana del Padre Jose Antonio)