HOMILÍA SANTÍSIMA TRINIDAD-B (30 mayo 2021)
Mt 18, 16-20
Como todos los seres humanos estamos sujetos al espacio y al tiempo, esta reflexión la
escribo ahora y aquí, desde una calle llamada Calzada de la Trinidad. Lo de Calzada da
nombre a un famoso humorista español, Chiquito de la Calzada. Y lo de Trinidad es el
nombre del barrio, uno de los muchos con solera en Málaga: el Perchel, Capuchinos, la
Victoria, la Malagueta… Porque eso de ser trinitario se lleva a gala: el haber nacido en
una de sus calles, el haber jugado en sus plazas, el haberse bautizado en uno de sus
templos o el haber comprado en el mercado de Bailén. No todo el mundo puede decir:
“Yo soy trinitario”. ¿O sí? Con permiso de la gente del barrio, hoy somos todos trinitarios.
Porque hoy, con todo el cariño del mundo, celebramos que Dios es barrio, familia,
comunidad, Trinidad. Todo ser humano necesita una tribu, un grupo, una familia, una
sociedad. Y, siendo algo esencial, sin embargo, nos empeñamos en vivir como individuos
aislados: las familias se rompen, las amistades tienen poca consistencia, las sociedades
se fragmentan, el mundo se divide. Dios Trino habla a esa dimensión esencial que nos
configura y nos invita a pertenecer a una familia. Vivir en la Trinidad es afrontar la
existencia con el consuelo de ser acogido en un espacio creativo, curativo y propositivo.
¿Cómo es eso? Vamos a verlo.
Vivir en la Trinidad es estar ante el Padre, nuestro creador, que continua todos los días
con nosotros la historia de nuestra salvación. Es levantarse aceptando en fe que la
manos creadoras del Padre se manifestarán en los mil aconteceres de cada jornada; que
nos sigue creando en cada actividad que hagamos o en aquello que nos viene en nuestra
pasividad, en las fuerzas que nos hacen crecer o en aquellas que nos debilitan y
anticipan nuestra muerte. Es entender que el Dios que me recrea en cada pequeña
acción me invita a entregarme a ella con pasión, para así, colaborar con su obra
creadora. La Trinidad es espacio creativo.
Vivir en la Trinidad es estar ante Jesús, que vive y crece en nosotros. Es adorar todo lo
que en nosotros se mueve con la confianza que Jesús, nuestro único modelo, trabaja día
y noche configurándonos, transformando nuestra sensibilidad, disolviendo los obstáculos
más persistentes, evangelizando las profundidades del corazón donde tomamos las
decisiones fundamentales de la vida. Es la acción de Jesús, Buen Samaritano, que nos
sana, nos recompone, nos configura, nos unifica; en definitiva, nos “cristifica”. La Trinidad
es espacio curativo.
Vivir en la Trinidad es sentirse habitado por el Espíritu. Tomar consciencia de ello nos
hace entrar en trance, vivir en éxtasis; porque nuestra conciencia no se queda en
nosotros, sino que se desplaza hacia los demás. Sólo el que se siente habitado puede,
habitando su propia casa, vivir en salida visitando a los demás, puede sentirse vecino,
amigo, hermano. El Espíritu es el que nos salva de los despropósitos de la vida o de vivir
sin propósito alguno, ofreciéndonos un propósito, una misión, un porqué, un sentido. La
Trinidad es espacio propositivo.
El barrio de la Trinidad también era conocido por sus corralones: esas casas de vecinos
donde los diferentes compartían patio y baño. El Dios Trino es estímulo para vivir la
sociedad con el formato de corralón, donde el conflicto por la diferencia estaba
garantizado pero, contando con ello, primaba la convivencia, la vecindad, ser familia más
allá de la sangre.