El Espíritu Santo nos trae el perdón de Dios "pasando a través de" las llagas de Jesús. Estas llagas que Él ha querido conservar; incluso en este momento, en el cielo, Él hace visibles al Padre las llagas con las que nos ha redimido. Por la fuerza de estas llagas, nuestros pecados son perdonados: así que Jesús dio su vida por nuestra paz, por nuestra alegría, por el don de la gracia en nuestras almas, para el perdón de nuestros pecados. ¡Es muy bello mirar a Jesús de este modo!