día 1
TUS DONES PARA QUE LOS DONES
CUENTO
Balboa, el pirata del Caribe
Hacía ya mucho tiempo que Balboa navegaba por los mares del sur en busca de todo tipo de tesoros. Como era un pirata, atacaba con frecuencia a barcos pertenecientes a ricos mercaderes con el fin de saquearlos y ser todavía más rico. Pero tenía una regla de oro: no matar nunca a nadie, pues opinaba que no tenía ningún derecho a disponer de la vida o de la muerte de sus semejantes.
En su navío reinaba la armonía y, al pasar los años, había logrado un gran dominio de sí mismo. Con dulzura, comprensión y a veces incluso con firmeza, había sabido crear gradualmente un clima de confianza y respeto entre los miembros de su tripulación.
El capitán tenía un gran deseo: conocer y comprender todas las cosas de la vida. Por ello viajaba de un país a otro, cada vez más lejos, sin saber nunca donde lanzaría el ancla.
Un día hizo escala en una isla maravillosa, un verdadero lugar de ensueño. Sus habitantes irradiaban dicha y alegría de vivir y cantaban y danzaban con frecuencia. También eran capaces de trabajar con ahínco, pero sabían tomarse un tiempo para descansar. El corsario se divirtió mucho en aquella isla extraordinaria y al observar a aquellas gentes se dio cuenta de que a pesar de todas las riquezas que había acumulado, no era verdaderamente feliz.
Antes de partir, invitó al soberano de la isla a visitar su nave. El rey, al ver en la sombra una puerta cerrada, le preguntó:<<¿Qué hay detrás de esta puerta?>>A lo que cual le respondió el capitán:<<Lo ignoro; no poseo la llave. Además, tengo todo el espacio que necesito.>> <<Lástima>>, dijo el monarca, << es posible que ahí dentro descubrieras tesoros insospechados.>>
Poco después de que el rey se fuera, Balboa, que se había quedado perplejo pensando en aquella puerta misteriosa, decidió derribarla. Una vez dentro comenzó a examinar lo que allí había y efectivamente descubrió riquezas inimaginables. Dentro de esta nueva habitación vio que por todos lados había un número incalculable de pequeñas puertas y sólo tenía que abrirlas para recoger de allí otros tantos tesoros a cual más extraordinario.
Más tarde, por la noche, después de haber reflexionado mucho, Balboa se dio cuenta de todo el tiempo que había perdido vagando por los mares en busca de tesoros que, en realidad, estaban escondidos en su propio barco, que él no se había tomado el tiempo de descubrirlos.
Entonces, decidió detener su loca carrera alrededor del mundo y decidió reorganizar su vida.