día 2

NO TE ANDES POR LAS RAMAS,

DIOS TE LLAMA

 

DIEGO ERNESTO

 

Palabras del Padre Ernesto.

Mis oraciones, mis súplicas, mis deseos... todo lo pongo en tus manos, María, haz de mí lo que quieras. Mi vida pasada, presente y futura en tus manos está, María. Tú sabes lo qué hacer con ella. Mi vocación, ¡cuídala, Madre! Mis propósitos, mis compromisos todos... No debo tener miedo de nada. El demonio... ¿qué puede hacer el demonio con un alma que está en las manos de María? Si el demonio huye nada más que escucha tu nombre, ¡oh Madre de Jesús y Madre mía! En tus brazos soy invencible. María, yo, pequeño, agarrado a ti fuertemente, voy caminando seguro hacia la salvación.

 

Jesús, haznos plenamente libres de egoísmos y cobardías. Haznos amantes y generosos; fieles a ti hasta la muerte; dóciles a la acción del Espíritu y sencillos como palomas. Que busquemos tu voluntad en la oración, en la obediencia, en el diálogo con los hombres; y ayúdanos a seguir adelante agarrados de las manos de María, con la certeza de que vamos por buen camino […]En ti confío, Corazón manso y humilde de Jesús.

                                                                                          

Si, pues, soy una obra de tus manos, soy una cosa tuya. Y si soy tuyo, digo con mucho gusto: Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo (Mt 6, 10).

Si soy tu administrador en el mundo, enséñame a disponer de las cosas conforme a tu gusto, para que puedas decirme como al administrador del Evangelio: Bien, siervo bueno y fiel. Porque has sido fiel en las cosas pequeñas te pondré sobre las grandes. Entra en el gozo de tu Señor (Mt 25, 21).

 

Me atrevo a decir, Señor, sin temor a equivocarme: ¡Sin célibes, MIES dejaría de ser MIES!, no podría subsistir. Igualmente se necesitan casados testimoniales.

 

Señor, ¡qué claramente me habla tu Iglesia sobre el celibato! ¿Por qué escasean las vocaciones de célibe en tu Iglesia? Es falta de generosidad, no de llamada. Por eso, Madre, enséñame la grandeza del celibato […] Madre, que yo sea apto para recibir la llamada del Señor y mantenerme firme en ella.

 

Señor, tú llamas a muchos porque los necesitas, porque tú te has de multiplicar en el mundo con tu presencia virginal entre los hombres. Tú llamas a muchos. Señor, ¡da generosidad a los hombres! Se necesita generosidad...

 

Señor, me voy dando cuenta de que quizás lo más importante en mi vida cristiana es conocer bien mi vocación, mi llamada; porque, por un lado, en una faceta veo la vida celibataria; por otra parte, me parece hasta mas perfecta la vida matrimonial. ¿Qué hacer? Si yo quiero de verdad ser lo más generoso contigo, si decimos que tener vocación de célibe es cuestión de generosidad y yo quiero ser lo más generoso posible, ¿no tengo más remedio que hacerme célibe, en el supuesto de que no esté ya casado? Es, por consiguiente, más que nada, cuestión de encontrar tu voluntad. ¿Cuál es tu voluntad sobre mí? ¿Tú me quieres célibe o casado? ¿Cómo me quieres tú, Señor?

 

En el apartado de célibes te decía, Señor, que MIES no puede subsistir sin los célibes. También aquí te digo que MIES no podrá permanecer si no tiene casados en vida de perfección. Ahora bien, también tengo que decirte, Señor (y

cada vez lo veo más claro, porque tú me lo haces ver), que MIES, con casados que no vivan en vida de perfección, no puede subsistir tampoco.

 

Para seguirte a ti tan de cerca se necesita una llamada especial tuya. Dejad las redes, dijiste a tus apóstoles, y ellos dejaron sus redes, y con ellas ¡todo! (Mt 4, 18-22). A los demás discípulos tuyos no les pedías tanto. Lázaro lo era, pero seguía viviendo cómodamente en su casa y sin desagradarte a ti por eso. Lázaro no había recibido la llamada a ser un consagrado, los Apóstoles, sí.

 

Tú llamas, pero a veces tu llamada es muy difícil de entender cuando la mentalidad del hombre aún está muy llena de las telarañas de que hablan Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

 

Señor, sin ti nada podemos. La vivencia del Camino de la Infancia Espiritual nos hace confiadamente audaces y nos lanzamos a esta vida tan heroica sin temor al fracaso pues confiamos en ti. Si no confiáramos en tu misericordia y si no nos viéramos decididos a luchar sin tregua, no nos atreveríamos ni a empezar. Tú y María, nuestra esperanza, nos habéis enseñado a ser así de audaces. Nos abandonamos a vuestra bondad y misericordia. Haced de nosotros lo que queráis. Pero el conocimiento de las dificultades que nos esperan y de la grandeza de nuestra vocación no nos debe echar atrás: tú nos has llamado, el mundo también nos llama... ¿nos vamos a quedar parados?

 

Están llamados todos a la mayor santidad y entrega.

 

Todos los bautizados están llamados a ser santos ¡Oh Cristo, entregado al Padre radicalmente en amor por mí! Que me entere que si me has llamado a la vida consagrada, yo no puedo renunciar a esta llamada.

 

No podrá decir, si es honrado, que Dios no lo llamó, que no estaba seguro, que Dios le llama a otro estado, o cosas parecidas... La razón verdadera es sencilla: no ha fomentado su vocación, no ha tenido cuidado con ella, se ha hecho indigno de la misma.

 

Que se ayuden unos a otros a entusiasmarse con su vocación.

 

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