día 6

ANTE EL DOLOR, ALEGRÍA Y AMOR

 

CUENTO

 

a.      El concurso de la alegría: Una vez hicieron un concurso para ver quién era la persona más alegre del mundo. Durante una hora, cada candidato tenía que demostrar al jurado que él era el más alegre de todos.

Fueron muchos los participantes. El primero se pasó toda la hora riendo a carcajadas delante del jurado. Pero cuando el jurado le dijo que había perdido, se puso muy triste. El segundo se dedicó a contar chistes muy graciosos que hicieron morirse de risa al jurado. Pero cuando el jurado le dijo que también había perdido, se enfadó con ellos y se marchó dando un portazo.

El tercero entró con una sonrisa de oreja a oreja y estuvo toda la hora con ella. Hablabla sin dejar de sonreír, bostezaba sin dejar de sonreír, comía y bebía sin dejar de sonreír. Pero cuando le dijeron que había perdido dejó de sonreír.

Y así fueron pasando todos los participantes son conseguir ganar el concurso. Hasta que le tocó el turno al último de ellos, que era un niño. Cuando entró al jurado se mostró ante ellos tal como era, sin disimular ni formzar ninguna sonrisa. Hablabla con una alegría natural y espontánea.

Pero al final, a él también le dijeron que había perdido el concuso. Sin embargo, en lugar de entristecerse como habían hecho todos, continuó con la misma alegría que había demostrado tener, y se despidió dándoles la mano y regalándoles una sonrisa.

Ante esta reacción, el jurado le dijo:

-         ¡Enhorabuena! ‘Has ganado la prueba del concurso! A todos los concursantes les decíamos que habían perdido, pero tú eres el único que ha continuado alegre ante la mala noticia.

Y aquel niño fue el ganador del concurso. Había demostrado ser la persona más alegre del mundo, porque no la perdía por nada del mundo. Alguien continuamente se la regalaba dentro de su corazón.

·         ¿Por qué el último participante no perdió la alegría?

b.      Barca (confianza)

Estaba un hombre en mitad del océano en una balsa. En medio del tremendo oleaje marítimo la balsa se hundió y el hombre quedó a la deriva. No tenía salida: comenzó a rezar y a pedir al Altísimo que le sacara de ésa. En su corazón recibió una respuesta: la seguridad de que Dios le rescataría. 

Pasó por su lado un barco pesquero que le invitó a subir, pero el hombre replicó:

-No, yo confío en Dios, y sé que él me salvará.

El hombre no subió, pero al rato pasó por su lado un helicóptero de vigilancia marítima, que le invitó a subir por las escaleras de salvamento.

-No, yo confío en mi Dios, y sé que él será mi salvador.

Pasaron las horas, los días, y nunca más se supo de aquel hombre.
 

Cuando éste llegó a su juicio, allí en la antesala del  cielo se encuentró con Dios y le preguntó contrariado:

-Señor, yo confiaba en tí, en que tú me salvarías.

-Te dí una balsa y la hundiste, te mandé un barco pesquero a tu ayuda y lo rechazaste, y te mandé un helicóptero de salvamento y no subiste. ¿Qué esperabas?

 

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