día 1
Dios está en mi vida,
aunque a veces se me olvida.
DINÁMICA
Vivimos a veces un cristianismo de grandes momentos: pascuas, celebraciones, oraciones en la penumbra de las velas con música ambiente, textos y dinámicas espectaculares, vibrando todos con el testimonio de cada uno… Sin duda momentos esenciales que han marcado nuestra vida. Pero ¿y nuestra vida cotidiana?, ¿vibra igual?, ¿está marcada por la provocación constante del Evangelio o discurre al margen de este?
Sin duda la vida cotidiana es nuestra asignatura pendiente. Merece la pena que la analicemos a la luz clarividente del evangelio. ¿Qué tendría que decirnos Jesús a nuestra vida cotidiana?
Lo primero de todo es decir que Jesús no actuaba en grandes momentos, sino que se relacionaba con las personas en la vida cotidiana. Se encontraba con ellos en el camino, en el mercado, en una comida, en la sinagoga, en la calle.
¿Seriamos capaces de aguantar un careo entre nuestra vida cotidiana y la de Jesús?
Escribe en un folio cuatro columnas.
En la primera vas a poner tu horario normal de cada día. Al final puedes incluir las actividades que haces el fin de semana. Cuenta las horas que dedicas a cada actividad. En la segunda vas a poner las motivaciones o valores que te mueven a realizar esas actividades.
Después de esto vas a leer Mc 1, 21-45. En él se describe un día cualquiera de la vida de Jesús. Ten en cuenta que para un judío el día empezaba después de comer, por la tarde y no como nosotros, por la mañana.
Apunta en la tercera columna qué es lo que hace Jesús en un día cualquiera de su vida.
En la cuarta columna apunta cómo lo hace, ¿qué valores rigen su vida cotidiana?
Por último, compara tu vida cotidiana con la de Jesús.
Mi vida cotidiana |
Valores o motivaciones que impulsan mi horario |
La vida cotidiana de Jesús |
Valores y motivaciones de Jesús
|
Marcos 1, 21-45
Entraron en Cafarnaún, y, el sábado, Jesús fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Todos se maravillaban de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley.
En la sinagoga había un hombre poseído de un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quién
eres: ¡El santo de Dios!». Jesús le increpó: «Cállate y sal de él».Y el espíritu inmundo, retorciéndole y gritando, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban
unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva con tanta autoridad! ¡Manda a los espíritus inmundos y le obedecen!». Y su fama se extendió rápidamente por todas partes en todo el territorio de Galilea.
Salieron de la sinagoga y fueron a la casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. Le dijeron que la suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Él la agarró de la mano y la levantó. La fiebre desapareció, y ella se puso a atenderle. Al anochecer le llevaron todos los enfermos y endemoniados, y toda la ciudad se agolpó a la puerta. Jesús curó a muchos pacientes de diversas enfermedades y lanzó muchos demonios; pero no les dejaba hablar, porque lo conocían.
Muy de madrugada se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí estuvo rezando. Simón y sus compañeros lo buscaron, lo encontraron y le dijeron: «Todos te están buscando». Él les dijo: «Vamos a otra parte, a los pueblos vecinos, a predicar también allí, pues para eso he salido». Y marchó a predicar en las sinagogas por toda Galilea, y echaba a los demonios.
Se acercó a él un leproso, se puso de rodillas y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme». Él, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
–Quiero, queda limpio.
Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio.
Entonces lo despidió advirtiéndole severamente:
–No se lo digas a nadie; vete, preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les conste a ellos.
Él, sin embargo, tan pronto como se fue, se puso a divulgar a voces lo ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse fuera, en lugares despoblados, y aun así seguían acudiendo a él de todas partes.