día 1

Jesús quiere, que a su lado,

busques al necesitado

 

Compromiso, vocación, misión. Respuesta. Instrumentos de Cristo.

 

EQUIPO

 

1.    Partimos de la vida

 

En el grupo de hoy nos centraremos en la llamada que Jesús nos hace en Mt 25 para ayudar a los demás.

 

En primer lugar, vamos a pensar en personas necesitadas, si son personas conocidas con nombre y apellidos mejor, porque podremos ver un ejemplo claro de cerca. Al pensar en personas necesitadas, se nos ocurrirán los tópicos siguientes: usuarios de Cáritas, personas de países del tercer mundo, inmigrantes en pateras, refugiados, niños sin hogar… Algunos quizás estén más cerca nuestra que otros.

En segundo lugar, pensaremos en personas que lo tengan todo, si son personas conocidas por nosotros mejor. Seguramente pensaremos en personas ricas, que tengan todo tipo de caprichos, famosos, futbolistas, o el niño o niña de nuestra clase que tenga el último iPhone, que siempre vaya a la última moda con todas las marcas…

 

Una vez que hayan expuesto cada uno a la persona que tengan en mente con sus cualidades y por qué lo han elegido como este prototipo, le damos la vuelta a la situación. Pensemos al revés, rompamos los estereotipos. Quizás ese compañero de clase que está marginado, que no encaja con nadie y llama la atención constantemente, el que tiene de todo pero a la vez no tiene a nadie, el que ha venido nuevo al centro, el que no viene mucho a grupo porque no encuentra amigos… pero aparentemente lo tienen todo, también pueden padecer necesidad, esto es, necesidad no sólo física, sino de amigos (por sentirse forastero), de sentirse comprendidos, libres, de tener ayuda en su vida (ya sea material o simplemente siendo escuchados).

 

-¿Qué nos ata?

-¿Qué limitaciones tenemos?

-¿Cuáles son nuestras barreras con los demás?

 

 

 

2.    Tu Palabra nos da VIDA

Si es posible nos ataremos con una cuerda las manos a algo que nos impida movernos y continuaremos leyendo la lectura con las manos atadas.

 

El joven rico (Mt 19, 16-30)

Sucedió que un hombre se acercó a Jesús y le preguntó:

—Maestro, ¿qué de bueno tengo que hacer para obtener la vida eterna?

—¿Por qué me preguntas sobre lo que es bueno? —respondió Jesús—. Solamente hay uno que es bueno. Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos.

—¿Cuáles? —preguntó el hombre.

Contestó Jesús:

—“No mates, no cometas adulterio, no robes, no presentes falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”, y “ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Todos ésos los he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta?

—Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme.

Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas.

Les aseguro —comentó Jesús a sus discípulos— que es difícil para un rico entrar en el reino de los cielos. De hecho, le resulta más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.

Al oír esto, los discípulos quedaron desconcertados y decían:

—En ese caso, ¿quién podrá salvarse?

—Para los hombres es imposible —aclaró Jesús, mirándolos fijamente—, mas para Dios todo es posible.

—¡Mira, nosotros lo hemos dejado todo por seguirte! —le reclamó Pedro—. ¿Y qué ganamos con eso?

Les aseguro —respondió Jesús— que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. Pero muchos de los primeros serán últimos, y muchos de los últimos serán primeros.

 

El término pobres en el lenguaje evangélico, aunque no designa exclusivamente a los económicamente débiles o a los desposeídos de bienes materiales, ciertamente los incluye y comprende, por tanto, también la pobreza real. Bajo el nombre de pobres se entiende a los necesitados y, sobretodo, a los mendigos. También los evangelistas nos hablan de cautivos, ciegos, oprimidos, enfermos, ciegos, cojos, leprosos, sordos, tullidos, endemoniados… La mayor parte de estas personas eran mendigos, incapaces de ganarse el sustento por sí mismos, y que, a falta de instituciones benéficas que los acogiesen, se veían obligados a vivir de la limosna.

 

 

3.    La VIDA en oración


 

Aunque vas disfrazado, sé quien eres.

Eres Tú mismo, son tus mismos ojos

los que miran detrás de los disfraces

variados de tu rostro.

 

Yo te veo vestido de mendigo

andando todo roto

pidiendo una limosna por la calle

y sucio alguna vez y hasta roñoso.

 

Y la gente te da de medio lado,

te mira con estorbo;

no sabe que eres Tú, que vas catando 

el corazón del prójimo.

 

A veces vas enfermo,

cegato, manco, cojo

o con úlceras feas en la carne

o roído de cáncer en el rostro.

 

Y eres Tú mismo, el Cristo que padece

con la cruz sobre el hombro,

tantas veces cayendo y levantando,

salpicado de lodo.

 

Yo sé que eres Tú mismo

que son tus mismos ojos,

disfrazados de azules y castaños,

alegres, tristres, hoscos, preocupados,

serenos, picarones, angustiados, llorosos,

que miran a través de los disfraces

tanto Cristo con la cruz al hombro.

 

Y te veo vestido de marino,

de barquero descalzo, rudo y tosco;

labrador arando con su yunta de toros,

de carpintero, de albañil, mecánico,

de los oficios todos.

 

Sí, Tú eres Cristo anciano, Cristo joven,

Cristo niño, viviendo con nosotros,

peregrino marchando por el mundo,

pisando de las senda los abrojos.

 

Esos que estoy mirando y que me miran 

son ¡oh Señor! tus ojos.

 

Ese con quien tropiezo, es persona,

es el Cristo, es mi hermano, es mi prójimo.

 

Manuel Lantigua


 

 

 

Pediremos por aquello que como el joven rico nos impide heredar la vida eterna, es decir, nuestras ataduras, limitaciones, miedos…

 

4.            Entrega tu VIDA

 

 

Como hemos visto en el grupo, Dios nos ha llamado a cada uno de nosotros y espera nuestra respuesta, pero no es una respuesta sin más, sino una respuesta plena y en consonancia con nuestra vida. Recuerda: sus pies y sus manos somos los seres humanos.

Podemos escribir el compromiso para que no se nos olvide, además, al realizarlo, nos cortamos la cuerda, en señal de que estamos dispuestos a liberarnos de nuestras ataduras para comprometernos como respuesta a la llamada de Dios.

 

 

 

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