día 3
El valiente misionero
es de Dios su mensajero
EQUIPO 1. EXPERIENCIA DE VIDA Juego “La Campanita” Elementos necesarios para el juego: Pañuelos para los ojos, una campanita, frascos de vidrio, vasos, objetos de metal Se lleva a los participantes a un lugar abierto y se les invita a jugar. Se solicitan dos o tres voluntarios, que se apartan del grupo y alguien les venda los ojos. Mientras tanto, se reparte entre los que quedaron una campanita y otros elementos con sonidos semejantes (frascos de vidrio, vasos, objetos de metal, etc.) y se les ubica dispersos explicándoles el objetivo del juego. Se hace traer a los que tienen los ojos vendados, y se les explica que deben encontrar la campanita, haciéndoseles previamente escuchar su sonido para que la identifiquen. Una vez que comienza el juego, los que tienen los otros objetos, también comienzan a hacerlos sonar. El juego concluye cuando todos han encontrado la campanita. Puede repetirse el juego varias veces para que todos tengan oportunidad de haber buscado la campanita. Una vez concluido el juego, se invita a que todos los que han participado comenten sus impresiones, qué tenían que hacer y cómo se sintieron en el rol que les tocó. Debe guiarse el diálogo a que se descubran los siguientes aspectos: 1.- Roles: · Hay una campanita que llama desde lejos. · Hay una persona que debe encontrar la campanita. · Hay otras personas que dificultan la búsqueda. 2.- El objetivo del juego consistía en encontrar la campanita. 3.- No fue fácil porque no se podía ver: había que buscarla con los ojos vendados. 4.- Además había otros ruidos que confundían e impedían escuchar el sonido de la campanita. 5.- Para ello había que escuchar su sonido: hacer silencio, prestar atención y seguir el sonido. De la misma manera que ocurrió en el juego, también nos ocurre en la vida. Todos tenemos en nuestra vida una llamada a ser “alguien”, a ocupar un lugar que sólo nosotros podemos ocupar, a escribir una página en la historia que sólo nosotros podemos escribir. Y la vida nos llama de muchas maneras. Todos invariablemente, en algún momento de nuestras vidas, nos sentimos “llamados” a “ser alguien” en la vida · Esas llamadas pueden ser claras o confusas y pueden haber más de una. Pero hay una llamada particular en nuestras vidas, un llamada que es la única verdadera, la única que nos hará plenamente felices. Es un llamada que va más allá que nuestra profesión, nuestro oficio, lo que “hacemos” para vivir. No es un llamada a “hacer”, sino una llamada a “ser”, a darle un sentido profundo a nuestra vida, a aportar algo al mundo, a transformar el mundo. Este es la llamada que nos hace Dios. Por eso vamos a ver la llamada que sintió un joven que vivió cerca del año 1.000 AC. ILUMINACION El joven Samuel servía al Señor en la presencia de Elí. La palabra del Señor era rara en aquellos días, y la visión no era frecuente. Un día, Elí estaba acostado en su habitación. Sus ojos comenzaban a debilitarse y no podía ver. La lámpara de Dios aún no se había apagado, y Samuel estaba acostado en el Templo del Señor, donde se encontraba el Arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: “Aquí estoy”. Samuel fue corriendo donde estaba Elí y le dijo. “Aquí estoy, porque me has llamado”. Pero Elí le dijo: “Yo no te llamé; vuelve a acostarte”. Y él se fue a acostar. El Señor llamó a Samuel una vez más. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy, porque me has llamado”. Elí le respondió: “Yo no te llamé, hijo mío; vuelve a acostarte”. Samuel aún no conocía al Señor, y la palabra del Señor, todavía no le había sido revelada. El Señor llamó a Samuel por tercera vez. El se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo: “aquí estoy, porque me has llamado”. Entonces Elí comprendió que era el señor el que llamaba al joven, y dijo a Samuel: “Ve a acostarte, y si alguien te llama, tú dirás: Habla Señor, porque tu servidor escucha”. Y Samuel fue a acostarse en su sitio. Entonces vino el Señor, se detuvo, y llamó como las otras veces: “¡Samuel, Samuel!”. El respondió: “Habla, porque tu servidor escucha”.(1Sam 3,1-10)
ORACIÓN Señor Dios, Padre nuestro, hoy quiero encomendarme a ti. No permitas que nos dejemos llevar por ideologías mezquinas. Que descubramos que lo más importante no es ser más, tener más, poder más, sino servir más a los demás. Enséñanos la verdad que libera, que rompe las cadenas de la injusticia, que hace hombres y forja santos.
Muéstranos a tu Hijo, para que también lo conozcamos y lo amemos. Haznos constructores de la nueva civilización del amor y testigos de esperanza para todo el mundo. Pon en cada uno de nosotros, un corazón universal que hable el mismo idioma, que no vea el color de la piel, sino el amor que hay dentro de cada uno, un corazón que a cada hombre le llame hermano, y que crea en la ciudad que no conoce las fronteras.
Ayúdanos, a descubrir y creer que este mundo, marcado por la injusticia, los conflictos y el vacío, puede renacer solamente pasando a través de Tu Hijo Jesucristo, y que podemos y debemos ser los artífices de este renacimiento. Que sepamos comprender que: "es mejor vivir heroicamente que vivir cómodamente". Danos un corazón generoso y disponible, para que sepamos embarcarnos en la búsqueda sincera de la propia vocación y podamos responder a tu llamada particular de una manera entregada .
Que seamos, fuerza vital de la Iglesia Misionera, que asumamos con valentía la misión de llevar a Jesucristo a todos los hombres, especialmente a los otros jóvenes. Te pedimos por la Juventud Misionera, que por medio de todos, se haga cercano tu Hijo a aquellos que sufren por el hambre, la guerra y la violencia. Infunde tu Espíritu en cuantos colaboran en la formación y animación misionera de los jóvenes. Con la fuerza de la fe y del amor haz de nosotros servidores de tu Reino, que sepamos acoger a todos con corazón abierto y guiarlos en el camino de la Salvación. Amén
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