día 4

El célibe es modelo de entrega

en fraternidad, de lucha y de libertad

 

DIEGO ERNESTO

LA LLAMADA DEL PADRE DIEGO ERNESTO WILSON PLATA

Relatada por él mismo: “Mis amigos seminaristas de San Felipe (parroquia en la que estaba en un grupo de jóvenes), me decían: “Ernesto, métete en el Seminario” y yo siempre les contestaba: “Más vale un laico bueno casado, que un cura malo”, porque me entraba un no sé qué de pensar en meterme a cura, ¡Con lo que me gustaban las niñas!

Yo tenía novia, que influyó en unos amigos para que hiciera los Ejercicios Espirituales. Los dos primeros días me resultaron insoportables, pero el tercero, cuando me afeitaba tempranito, sentí de pronto una alegría inmensa en mi interior y experimenté clarísimamente que Dios me invadía. Sentí deseos de confesar inmediatamente, pues hacía mucho tiempo que no me confesaba. Lo hice  con gran dolor de mis pecados y con la ayuda del sacerdote, me di cuenta que Dios me llamaba para ser de Él completamente y trabajar para que los niños y jóvenes que yo conocía, sintieran lo mismo que yo. Puedo decir sin temor a equivocarme, que en un momento vino la vocación de cristiano, sacerdote, célibe y dedicarme a los niños y jóvenes, especialmente los más necesitados. Comprendí enseguida que tenía que dejar a mi novia y procurar irme preparando para entrar en el Seminario. No le dije a nadie nada y volví a la vida habitual de Acción Católica, algo más bueno que antes, pero bastante más enfriado que en los Ejercicios Espirituales. A pesar de que dejé a mi novia, no me decidía sin embargo a entrar en el Seminario.

“Estaba en el último año de la carrera de Comercio, que no me gustaba nada, pero mis padres me metieron allí, porque ellos querían que estudiara esa carrera. Como me habían suspendido tres asignaturas dije ¿Y ahora qué hago? ¿Y ahora que voy a hacer en la vida? Esto fue lo que me decidió a entrar por fin en el Seminario.

El 30 de Septiembre de 1947, a la edad de 18 años, Diego Ernesto entró en el Seminario de Málaga. Durante toda su vida afirmó: “El regalo más grande que me ha dado el Señor, es el de ser cura”

(Entresacado del Libro: Diego Ernesto, Una luz de Esperanza. Maleny Nieto Álvarez)

 

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